"Mire", venía a decir el poeta en su respuesta (cito de memoria), "el sentimiento es como quien va al mercado y se compra unos tomates y unos pimientos hermosísimos, y se enamora del color, de la forma y del olor de las hortalizas de tal modo, que no puede por menos que comprarlas y llevarlas a su casa".
"Pasan los días", continuaba Pepe Hierro, "y uno abre la nevera y ahí están esos tomates y esos pimientos, y decide que es momento de sacarlos y de hacer algo realmente apetitoso con ellos. Eso es la inspiración". Finalmente uno corta las verduras, las echa a la sartén con la cebolla, y las mima, las sofríe, las sazona. "Eso es el trabajo", apostillaba el poeta.
Curiosa gastronomía poética, pensé entonces. Aunque, lo confieso, me pregunto ahora cuánto de arrebato inspirado puede encerrar el trabajo que supone corregir de sal o añadir aceite... Pero eso quizás dé para otra entrada.
José, Pepe para los amigos. En fin.
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